MISIÓN ASF DE MENSAJERÍA SOLIDARIA. PARÍS-SANTO DOMINGO.

Podría extenderme mucho al hablar de la aviación, pero seré breve. La aviación es mágica.

La realidad es que para que un vuelo salga y llegue a su destino hay un sin fin de personas involucradas que trabajan coordinadas como un equipo, como engranajes de una maquinaria perfecta. Y hoy, en mi primera misión humanitaria como voluntario de Aviación sin Fronteras, se ha vuelto a producir esa cooperación, ese compañerismo y esa coreografía casi perfecta de un grupo de personas colaborando por una buena causa. Esta vez para que el cargamento de material médico y las siete sillas de ruedas lleguen perfectamente a la ONG NPH (Nuestros Pequeños Hermanos) en República Dominicana y Haití.

Ahora mismo cruzamos la inmensidad del océano en un Airbus A330 de Iberia que silba a 37.000 pies en medio de la estrellada noche. El vuelo IBE6501 nos devuelve a casa tras una misión frenética de tres días que comenzó el lunes 18 de enero cuando delante del mostrador de facturación 810, cuatro voluntarios de ASF y la coordinadora del proyecto “Mensajería Solidaria” nos reuníamos con ganas e ilusión para poder realizar la primera etapa de la misión; llegar a París para encontrarnos con los colegas de la organización NPH y recoger en el aeropuerto francés el preciado cargamento con destino a la isla caribeña. Una operación que a simple vista parece sencilla pero que entraña bastantes complicaciones tanto logísticas como burocráticas.

Tratar de mover casi 200 kilos de carga alrededor del mundo en un avión de pasajeros no es tarea fácil. Begoña, sobrecargo de Iberia y nuestra coordinadora, y Pablo, voluntario y coordinador de Iberia, ya con bastantes horas de vuelo en misiones de este tipo despliegan todo su encanto, su experiencia y su diplomacia.

Patricia y Borja, los dos pilotos de Air Europa voluntarios, como yo, completan el equipo, o mejor dicho la tripulación. Ambos tienen ese brillo en los ojos de los que disfrutan ayudando a los demás y esa predisposición necesaria para que todo salga bien.

Por mi parte siento la emoción del primer día, como la primera vez que me puse a los mandos de un avión hace ya unos cuantos años. Identifico también la ilusión por poder aportar mi granito de arena desde mi amada profesión y la sensación de que cierro el círculo y empiezo una bonita etapa; devolver, de alguna manera, al mundo la suerte que me he encontrado por el camino para llegar a dedicarme a tan bonita profesión.

Como por arte de magia todo el personal de Iberia y del aeropuerto con los que nos encontramos hacen su parte y se ponen a nuestra entera disposición creando una enorme cadena de favores para que la misión no fracase. Desde el Jefe de explotación Paco Farias, las coordinadoras Carolina, Alba y Estefanía, la Jefa de servicio Beatriz Urdiales pasando por el comandante Javier Rius, el primer oficial Héctor Jiménez, la sobrecargo Esther López y su tripulación (Álvaro Bugallo, Francisco Javier Morillas, y Amaia Conde) se vuelcan en la operación y nos llevan hasta París en el vuelo IBE3406 justo a tiempo para poder sacar de allí la ayuda humanitaria que esperan al otro lado del mundo.

Sabrina, nuestro contacto en Orly nos espera con su equipo en la Terminal 3. Son las 14h y nos quedan horas por delante para preparar la carga y salvar algún que otro escollo burocrático. Cuando parece que la misión puede irse al traste aparece Saibi Bilel, trabajador de Orly Customer Care, que haciendo gala de la hospitalidad y la generosidad marroquí se desvive por ayudarnos y agilizar el trámite de facturación de los dieciocho paquetes y sillas que llevamos con nosotros.

A las 18:30 embarcamos sin novedad en el vuelo IBE3445 con destino a Madrid donde el comandante Asier Zaldua, el copiloto Jose Ramón Luna, la sobrecargo Isabel Frenández y el resto de la tripulación (Lidia Adán, Gonzalo Lopez, Guillermo Chamante, Italia Perdomo) nos reciben a bordo con mucho cariño tras un intenso día de trámites aeroportuarios.

La misión continúa al día siguiente, día 19. La segunda etapa consiste en llevar la carga hasta Santo Domingo en el vuelo 6501. Alrededor de las 16:30 embarcamos y a puerta de avión nos recibe nuestra compañera Begoña, hoy sobrecargo del vuelo, con su tripulación de cabina Mónica Menor, Teresa Velilla, Nieves Fernández, Olga Arranz, Cristina Quesada, Clara Mirón, Celia Garcia, Diana Zamora y la tripulación técnica compuesta por el comandante Francisco Bardaji y Fernando Dupla a los que estamos eternamente agradecidos por su trato tan cercano, su compañerismo y por hacernos sentir como en casa durante las casi 9 horas que dura el vuelo, tanto a la ida como a la vuelta.

A las 20:51 hora local tomamos tierra en el aeropuerto de Las Américas. La misión está casi completada después de 7.950 km recorridos desde que saliéramos de París hace ya dos días. La carga aparece intacta en las cintas y respiramos tranquilos.

Tras los trámites aduaneros, en la zona de llegadas, nos espera impaciente y con cierto gesto de alivio Kieran Rigney, director de NPH República Dominicana. Junto a él, Miguel, un chaval dominicano que nos acoge en seguida con su hospitalidad caribeña y que hará de nuestro anfitrión. Tras los pertinentes saludos y presentaciones cargamos la furgoneta para dirigirnos a la escuela-hogar de esta gran familia que es NPH situada en San Pedro de Macorís.

Llegamos ya bien entrada la noche a las instalaciones de la ONG. Ni el cansancio, ni las altas horas impiden que compartamos unas cervezas en la azotea del edificio, bajo una luna tropical e intercambiemos risas, impresiones y curiosidades sobre España y República Dominicana.

A la mañana siguiente, conocemos las instalaciones de la organización y nos explican la labor que desempeñan. NPH nace en 1954 de la mano del Padre William Wasson y desde entonces defiende y garantiza los derechos humanos que tienen los niños a una educación, salud y alimentación de calidad creando hogares de acogida donde puedan crecer en un entorno seguro. La fundación también asiste y acoge a niños con distintas capacidades físicas y psíquicas como Carlos y Gerardo cuyas historias nos marcarán especialmente.

Rodeada de plantaciones de caña de azúcar y campos de béisbol, el deporte nacional, la ONG ha creado un pequeño pueblo con casas de acogida, escuela, hospital, comedor, cafetería, zonas de recreo y jardines donde crecer felices. Comparten historia todos los niños que allí viven y que forman una bonita familia donde los mayores cuidan y guían a los más pequeños. Un oasis en medio de un país precioso, conocido por sus espectaculares playas, los resorts de lujo y su carácter relajado pero en dónde existen grandes desigualdades sociales y escasos recursos.

Haciendo balance de la experiencia, podría decir que de mis poco más de veinticuatro horas en República Dominicana me llevo la excursión a la bonita playa de Juan Dolio con sus palmeras cocoteras recortando el cielo azul, su arena blanca y el agua turquesa, pero realmente lo que me llevo es la sonrisa de Yandel de 10 años y la mirada pilla de Mario, de 8.

Me llevo las historias de cada uno de esos niños, la esperanza que Guadalupe, cuidadora de los pequeños con problemas físicos y mentales, deposita en nosotros para poder hacerle llegar más cosas desde Europa y que necesita urgentemente para poder atender a todos esos niños que tanto lo necesitan. Y me llevo, por supuesto, la grata sorpresa de la solidaridad y la vocación de servicio, del compañerismo y del altruismo de todos y cada uno de los trabajadores del aeropuerto de Madrid y de la compañía Iberia, tanto del personal de tierra como de las tripulaciones, por hacer posible este tipo de misiones tan necesarias.

Gracias compañeros porque, una vez más, volvimos a hacer magia.

Jacobo Casado de Amezúa y Lloret. Voluntario de ASF España.
Piloto de Iberia Express.