“11 de junio, pongo rumbo a Ciudad de Guatemala. Mi equipaje: 14 ordenadores y un montón de ganas de conocer los proyectos de la ong  Nuestros Pequeños Hermanos (NPH). 

Después de 12 horas de vuelo y un trato espectacular por parte de la tripulación de Iberia, por fin toco suelo guatemalteco. La aduana no me lo puso fácil, a falta de un documento que acreditara el valor de los portátiles que llevaba conmigo. Finalmente, los ordenadores se quedan retenidos en la aduana.

Fuera estaba Seribel, encargada de recogerme y llevarme a Parramos, ciudad donde se encuentra el hogar que da calor a más de 60 niños de diferentes edades. Como ya es de noche, tendré que esperarme al día siguiente para conocerlos.

A las 9 de la mañana voy a buscar el desayuno, el lugar es increíble, más de 15 hectáreas para ellos, un colegio enorme, una iglesia, un huerto, campo de fútbol, diferentes casas para los chicos, voluntarios y visitantes y una oficina para todas las gestiones administrativas que este lugar necesita.

De repente me encuentro con Freddy, 15 años, me ve despistada y me saluda, además se presta a darme un paseo por las instalaciones y ya empiezo a conocer a todos los niños que viven aquí que me hacen partícipes de sus vidas y sus historias. Pasamos la mañana haciendo las tareas del domingo y compartimos el almuerzo.

Después de comer dos de las chicas me invitan a que las acompañe al partido de fútbol que van a disputar en Parramos, sin pensarlo voy con ellas, aunque no les debí dar mucha suerte ya que perdieron. Al llegar me encuentro con Orlando Ramos, director de la Ong en su sede en Guatemala. Hablamos sobre lo ocurrido en la aduana, pero tendremos que esperar al día siguiente para poder mover papeles y hacer llegar los ordenadores a la organización.

Ya es lunes, toca hacer gestiones con la Superintendencia de administración tributaria. Como yo abandono el país esa misma tarde, lo más coherente es autorizar a Orlando para que él pueda, en mi nombre, finalmente retirar los ordenadores. Con un sabor agridulce tengo que abandonar el hogar de NPH, feliz por haber tenido la oportunidad de conocer a niños excepcionales, triste por no estar presente en la entrega.”

Con cariño, Laura.