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Martes. Miércoles. Jueves.
Durante tres días toda nuestra energía, tiempo y voluntad van a estar enfocados en que la carga completa que nos han encomendado llegue a destino. Nosotras tomamos el relevo en este último tramo, conscientes de las gestiones anteriores que ya se han llevado a cabo para que esto suceda con éxito.
Else, Cristina, Borja, y yo. Un equipazo cargado de ganas. Volamos al aeropuerto de Milán donde el Laboratorio nos entregó las cajas que fueron facturadas a destino final. Ya de vuelta a Madrid embarcamos hacia República Dominicana. Ver aparecer en la cinta de Santo Domingo todas las cajas es alegría de vivir. Estamos a poco más de una hora de encontrarnos con los niños que habitan esa isla dentro de una isla, la Escuela Hogar Nuestros Pequeños Hermanos (NPH) en San Pedro de Macorís. Ese lugar donde se encargan de velar por el bienestar de su niñez, se enfocan en su educación y crecimiento personal, y promueven la responsabilidad compartida. Una base sólida que los prepara para su futuro. Allí los niños crecen y se convierten en un modelo para que otros lo sigan y nutren así a una sociedad más solidaria.
Recorremos sus instalaciones. Ir y venir de niños y adolescentes. Naturaleza. Charlamos con su comunidad, intercambiamos historias, asistimos a sus rutinas y dinámicas diarias, y sobretodo pasamos tiempo con los niños de la casa San Marcos, a quienes va destinada la leche con la que hemos viajado. Son niños con necesidades especiales y allí sus cuidadoras y terapeutas les asisten y atienden de manera personalizada. En las horas que pasamos allí entendemos la importancia de tejer redes. Ellos y nosotros nos sentimos felices de este intercambio, de compartir. Nos volveremos a ver pronto.
Viernes.
Acabamos de aterrizar en Madrid. Hace unas horas, Caribe. Ahora Otoño. Miras a tus compañeras de misión. Complicidad. Te cruzas con otros pasajeros en la terminal. Trasiego. Nosotras ya no somos las mismas que despegaron de aquí mismo hace apenas dos días. No lo hemos hablado pero todas sabemos que sucede, que cuando respondes al llamamiento de una misión de ASF ese cambio sucede.
Casa.
Sensación de haberme marchado hace un mes. Me vienen a la cabeza esos dibujos que emergen de unir un montón de puntos en un papel. Sin alguno de ellos el dibujo quedaría incompleto. Trazo mentalmente esas líneas, coordinadores de proyecto ASF, laboratorio donante en Italia, Iberia personal de tierra, tripulaciones Iberia, agentes de inmigración y aduanas, empleados NPH, voluntarios y otros tantos puntitos que también están, que se me escapan y que también son parte esencial.
Los niños, su salud, su sonrisota, un presente feliz. Esa es la mejor realidad que podemos dibujar entre todos.